III RECITAL: 18 de novembro


Emily Broken Rose: Emily Broken Rose


La muerte del alma

Clama tu cuerpo una paz
Que su espíritu no puede proporcionar.
Duele.
Recordar duele.
Vivir duele.
Morir... La muerte es sinónimo de paz.
Cierras los ojos.
Las blancas palomas se convierten
En oscuros cuervos acechantes,
Cuervos que escriben con tinta negra
El fatal desenlace de tu historia.
Son sus plumas el anuncio de tus llantos,
Sus graznidos el quejumbroso lamento
De tus heridas reabiertas.
Su vuelo, la burla de una libertad
Que tus dedos jamás rozarán.
¿Y es este el abismo
Al que tanto temen los hombres?
No hay demonios, ni fuego,
No hay látigos, ni acero.
Sólo frío, oscuridad,
Y un terrible silencio.


The everlasting symphony

Lluvia incesante en esta noche de Abril.
Lúgubre melodía,
Tétricas notas de un piano
Acariciado por la mano que otrora
Deseaba arrancarte la yugular.
Tristes violines acompañan
En un fondo resguardado por nubes de tormenta.
¿Qué augurio es este?
Te preguntas, temeroso.
La música ha cambiado, la alerta se acentúa,
El miedo sale de tu cuerpo
En forma de frío sudor.
Escóndete bajo las negras alas del cielo,
Y que tus lágrimas contribuyan al caudal del río.
Aunque de nada te servirá todo ello,
Pues ella ya te ha visto.


Deseos reprimidos tras pasar la medianoche

Sentir...

El tacto de su piel blanca, aterciopelada; tez de leche, luz de luna, perla y nácar, maldita locura.
Sus labios de fresa, pálidos rubíes, discretas amapolas, del paraíso jardines.
Los ojos, cristalinos, celestes, lastimados, lastimeros, pergaminos de estrellas, océanos de paz y tormenta.
Su mirada en mis ojos, perdición, electricidad, conexión.

Tocar...
La garganta de cisne, las mejillas coralinas, los níveos brazos, de Afrodita los senos.
Teclear sobre tu espalda como si fuese un piano y yo fuese pianista; dibujar en tus piernas como si fueses lienzo y yo una artista.

Y saborear, y morder, y besar, y perder
El juicio entre tus brazos, la razón entre tus piernas.
Que los defensores de la decencia
nos encadenen, nos tiren piedras.
Y que sean testigos de nuestra experiecia,
que se mueran de envidia en tus ojos las estrellas.


Umbría

La melodiosa voz de la ventisca susurra entre los árboles adormecidos. La última flor se ha marchitado, y con ella aparece la Dama Umbría, caminando silenciosa con sus desnudos pies sobre la fría tierra mojada. Hoja a hoja, las copas de los mudos habitantes del bosque se doran, se sonrojan y caen a polvorosa, danzantes, acompañadas por la brisa del atardecer. El césped se seca, las criaturas se esconden, salen los hijos de la noche. Mientras el conejo hiberna, el búho ulula, componiendo hermosas melodías que la Dama no duda en seguir con acertados movimientos de su cuerpo virginal. La vaporosa nube de rizos rojos que conforma sus cabellos atrapa cientos de hojas perdidas, y las amolda hábilmente como si de adornos se tratase. Otras tantas reptan por su piel desnuda, cubren sus partes púdicas en primer lugar, para después convertirse en un elaborado atuendo otoñal. Sus ojos de miel observan, entre largas pestañas de ónice , cuán hemoso es su largo día de vida, tres meses humanos que ella invierte en crear lluvias, tormentas y algún que otro vendabal. La Dama Umbría duerme tres cuartas partes del año, despierta cuando su hermana, la Dama Helide, se va a dormir tras haber sustituído a la Dama Cerinia, y retoma el sueño cuando la hermana más pequeña, la Dama Inverna, se despereza una tercera vez. Y en ese corto período tiempo en que medio hemisferio depende de ella, la Dama Umbría es feliz, porque es libre, y libre será mientras el mundo siga siendo mundo.



Petri Daza

No estás 

Si en el alma, se mueren los 
sentimientos, el corazón,
se envenena con el olvido, 

y te desnudas del pasado, 

despojando a tu presente del límite...... 

Solo puedes hacer un viaje...
a la inmensidad, 

y mirarla...!! 

y ver que a veces, las rosas, 

te hacen llorar, que sólo es un vendaval de espinas,
que tu ausencia exista,
que no cura las heridas,
un abismo de alegrías...
las caricias abandonan
las manos,
la piel está, vacía, 

 el aliento frío, los ojos no duermen en la oscuridad,
los recuerdos, se recuerdan más tarde, cada
vez que necesitas, estar acompañado...
por unos momentos de su soledad.


P.d.g. 9_10_2013


Espíritu de sal

Tantos trozos de mar, 

en mi espalda,
que hoy , no vienen las olas, 

temerosas de detener,
la eternidad, de su danza, azul... 

Y me hace falta, su espuma,
arañar, los restos de salitre, 

del vendaval,
y dejarme besar, por la
provocación del horizonte... 

Percibo, su balanceo, que
agita esta estación,
que acaba con la calma
de las horas.
Ansío, poder respirar,
el oxigeno que le sobra a sus aguas,
y desatender su candencia,
sus espacios, observarlas, a veces... 

y dialogar, con su sigilo...

P.d.g.



A sombra onde esvaran os soños,
talla o medo espeso, 

que transporta sal,
á incandescente area. 

A reacción enlaza e rompe os desexos, 

botados no crepúsculo... 

Fecunda a ocasión,
aos sentidos,
nunha frecuencia,
térmica, 

onde remata a tenrura.
E a congoxa á fin,
viaxa cara outro asolagado
extremo,
sen enerxía, nin transparencia.


P.d.g.



Angel Marcelo

El reloj


Para aferrarse a la vida jamás se quitaba el reloj de la muñeca. La gente creía que padecía un tic nervioso, porque constantemente lo miraba, pero en realidad, lo hacía para comprobar en todo momento que estaba vivo.
No le bastaba con respirar ni sentir hambre ni el deseo sexual que cada tanto le asaltaba ante la presencia de una mujer guapa.. No, lo que necesitaba era oír el tic tac apenas audible de reloj pulsera. Cuando pensaba que pudiera perderlo o que dejara de funcionar, experimentaba pequeños ataques de pánico.
Rehuía de asistir a lugares donde hubiera excesivo ruido ambiente, solamente porque era incapaz de escuchar latir los frágiles engranajes.
En una ocasión tuvo una novia que quiso llevarlo a una consulta psicológica con el objeto de conocer las causas de aquella obstinación, por no llamarla obsesión, pero resultó imposible. A la segunda insistencia por parte de ella, simplemente, rompió la relación.
Cada acto de su vida estaba regido por su reloj. No acometía ninguna acción sin antes comprobar que el segundero avanzaba lenta y mecánicamente por la esfera amarilla. 
Sucedió una tarde de diciembre al salir de su trabajo... por cierto, trabajaba como auxiliar contable en una oficina de seguros médicos. Había oscurecido ya, a pesar de ser apenas las seis de la tarde, cuando se dirigía hacia su casa atravesando la alameda. Dos chavales, a priori inocentes, se acercaron y rodearon. Uno de ellos esgrimiendo una navaja le exigió la cartera y el reloj. Un sudor helado afloró por todos sus poros mientras entregaba la cartera con algo de dinero y las tarjetas. Intentó resistirse a la entrega del reloj pero mientras el de la navaja lo sujetaba por detrás, el otro, que parecía mayor, literalmente se lo arrebató. 
Los chavales apuraron el paso. No habrían recorrido más de veinte metros cuando el que llevaba el reloj se giró y gritando “esto es una mierda”, lo arrojó hacia abajo por el pequeño terraplén. El médico forense que recogió su cadáver en la morgue del hospital no pudo certificar las causas reales de su muerte. La policía científica que registró la zona halló el reloj y la cartera vacía que dentro de una bolsa plástica estuvo toda la noche junto al cuerpo. Un empleado de la morgue, seguramente aburrido, colocó nuevamente el reloj en la muñeca izquierda del cadáver. 
Dos meses después, la prensa y la gente de la ciudad sigue sin explicarse la desaparición del cuerpo y el reloj.


La casa

Hubo una casa abierta al mar
donde el sol nos bendecía cada amanecer

era mi casa
la tuya, la nuestra

custodiada por anjanas y duendes saltarines,
un hogar azul que siempre olía a pan caliente,
un reloj de arena con el tiempo detenido

era mi casa
la nuestra, la tuya
no tenía techo que cubriera nuestros sueños

mirabas las estrellas, las nombrabas y luego te dormías
yo bajaba entonces un lucero hasta tu ombligo
que era el sitio de mi alma, mi solaz

Hubo una casa que estaba
en un país imaginario,
no tenía dirección
no daba a ninguna calle

flotaba en un jardín inmenso
pletórico de rosas, limones y jazmines,
tenía un atelier muy cerca de las nubes
donde yo pintaba por las noches 
las mañanas que tus ojos verían con el día

nuestra casa era la fuente 
de la eterna juventud
las dríadas cantaban tus canciones favoritas
y los elfos te guiaban en las sombras

Siempre había una fiesta en el crepúsculo,
el vino derramado en nuestras bocas
irisaba tus ojos primitivos a la luz de las candelas

una tarde con un beso
te ofrecí las llaves de esta casa
que inventé para nosotros

libre de prejuicios y tabúes,
sin fantasmas del pasado merodeando en las alcobas
la casa va a estar siempre

aguarda tu llegada encendida como un faro

en el libro de bitácora 
escrito este poema.


Peregrinar

peregrinar 
desde tu boca
hacia tu sexo

dibujar con los labios
un mapa del camino 
que lleve hasta el nirvana

solo con los labios
dibujar el mapa del camino
que nos lleve hasta el nirvana

detenerme en tus lunares,
sellarlos con un beso
encenderlos como faros

sentir temblar la tierra,

que la piel se nos convierta en lava
y arrase la noche y el día
hasta el final de los siglos

peregrinar
desde tu sexo
hacia tu boca

morir como la espuma
de las olas que se asfixian 
en la arena

para volver hacia tu sexo
como el mar que ya no es ola

y volver a peregrinar


Encuentro

I (la noche anterior

y al final hubo silencio
al cruzar la puerta,
llevándote mis besos

me fui perdiendo de la sombra
con las manos impregnadas de deseo
y la boca dibujada por tu boca

todo cuanto hablamos
se fundió en hebras infinitas,
en círculos concéntricos

y los miedos adheridos en la almohada
como pájaros insomnes
olvidaron donde está la primavera  

II (la mañana siguiente)

y otra vez la puerta que se abre
regresan los azules errantes, fugitivos y desnudos
de la noche

la piel hundida en el infierno
suplica una plegaria
tu cuerpo atribulado dibuja sobre el lienzo
un espejo que obliga a suicidarse

en el arcén de nuestras bocas
se desangra un beso interminable
y  mis dedos que apenas te rozaron
ya te echan de menos.



José Luis Iglesias



Macbeth

¿Es esta ansia que me embarga licita, es ésta inquietud del alma sana?, ¿porque todo mi carne parece  escarnecida por una tormenta que me infringe azotes, me arrasa de frio y me calcina por momentos como si llovieran ascuas sobre mi?. ¿Qué dios caprichoso me atormenta haciendo reventar mi cerebro con pensamientos de horror y sangre, que dios si lo hay es tan cruel para depararme esta desgraciada situación?
No puedo sacar de mi vista el color rojo, el puñal delator, la sangre que brota. No puedo sentir la paz del sueño, la belleza de la mañana, el sabor dulce del vino, todo deviene en oscuridad, frio y hedor. Pero aún no he hecho nada y debo hacerlo aunque siga el resto de mi vida viviendo en el infierno. Debo hacerlo porque los hombres viven una vez y su destino es uno y no dos, ni tres, solo es el que determina él o el dios que lo guía. Las tres brujas hablaron en mala hora; si no lo hubieran hecho de tal modo mi vida sería feliz, sería Señor de Gladis, Señor de Koddor y mi esposa y yo hubiéramos gozado del aprecio, que lo tenemos, del Rey, del buen Duncan y miraríamos a nuestros hijos crecer nobles, hermosos y fuertes para mayor gloria de Escocia; pero lo hicieron, hablaron: Mcbeth serás rey. ¡serás rey! Después de esas ominosas palabras el puñal se convirtió en mi fantasmal visión, en la única imagen que señalaba mi determinación: ¡oh puñal injusto, que fuerza tienes en tu frio acero, como siento hervir sin embargo tu empuñadura que vive bajo la presión de mi mano, que fuerza infundes a mi alma miserable llenándola de poder y odio, como desvirtuas las admirables cualidades que la gente apreciaba en mi: la valentía, la nobleza, la bondad… todo me parece ya lejano, me siento ajeno a todo eso, a ese hombre bueno llamado Macbeth, por el contrario como mi tez quemada por la intemperie mi alma se consume en la cloaca del horror, en el negro averno, sin ánimo de contricción. Solo queda borrar de mi sentido la mínima pizca de piedad para que la fuerza de mi brazo empuje el puñal del crimen sobre el pecho del noble Duncan que duerme como un niño en la mejor de las habitaciones de mi casa. 
Vamos Macbeth. ¡hazlo! 


Los grillos

(Marzo 2011)

Sentado en los escalones de la puerta que da a la parte inferior del jardín.
Con el rostro mirando al frente, los grillos comienzan su canto, la brisa es suave, un aire templado remueve los cabellos huérfanos de mi frente.
Los árboles danzan suavemente bajo la fuerza de la invisible brisa, un cántico circula entre sus hojas.
Los mirlos recitan su partitura amorosa, hoy la bordan. Es posible que mi rostro muestre en ese momento una sonrisa. Es un sentimiento de paz.
Los grillos parecen tener una fiesta, su voz es cada vez más alta.
La brisa se apura y se vuelve casi viento, los árboles se cimbrean briosos.
Los mirlos se han callado.
El ruido de los grillos gana al viento.
Algunas hojas vuelan a mi alrededor.
Nubes rasgadas tapan presurosas el sol declinante.
Es posible que mi rostro muestre un ceño fruncido.
El canto de los grillos se ha convertido en fragor.
Me levanto y avanzo hacia el jardín, así se callarán, siempre lo hacen, son unos cobardes. Estoy realmente molesto.
Pero no se callan, es más, detrás de mis pasos el volumen sube, siento que me siguen en masa. Me sacude un escalofrío de pavor. También siento en mis tobillos como mordeduras de hormigas o picaduras de ortiga.
No quiero mirar hacia abajo.
Creo que han comenzado a comerme.   

II RECITAL: 4 de novembro de 2014


Cecilia Marchetto


En las arenas

Camina siempre por mi sendero
sediento de estrellas fugaces.
Renace siempre junto a mi,
ansioso, ávido de luces y mares; 
desea. 
Arde y ahógate en las arenas.
Teje los pasos y los besos.
Desnúdate para la luna,
besa el cuerno roto y humeante.
Desciende a donde se forja tu sol
a buscar la huella del rayo,
a descubrir la raíz del ángel.


A porta


Unha palabra imposible
fai medrar os nosos ceos
mira dende a súa terra os meus días
os abatidos e os que florecen.

Sangra unhas augas magnéticas

que atravesan cada ollada
todos os teus pensamentos
mollados nelas viven 
e revélanse irmáns

Ábrese como unha nube

que pare ideas ardentes
enxendrando máis intres
porta sempre presente.

Boca eterna que canta

a canción do visible.

Lonxana fonte de alma

dáme un pouco do viño
do teu dourado pranto.
Unhas pingas do raio
que percorre todo tempo.

Mudo amor do infinito

baleiro resplandecente.



A túa mañá

Chámame coa lingua oculta dos astros resoando viva na túa fronte 
e nos teus brazos un segredo nacido na madeira.
Mentres todas as cidades ouvean o seu nome, 
os meus ósos, roubados do lume enterrado e ignoto 
parpadean e se avivan co vento dos teus silencios.
Non sei como arrasas e iluminas e o mundo segue igual, 
como levas a mañá e o sangue nos teus beizos e non teme-los cairos do frío.
Ser contigo un río que canta a forza infinita dunha sola pinga: 
é o que escriben os ventos na brancura estremecedora do ceo.
O que virá da man da alba cando renaza o cervo.
Cando atope o meniño de prata no seu berce de musgo.
Durmindo.
Respirando.
E te vexa alí sorrindo, agardando por min.


Ofrenda

Heiche mandar a miña voz, tecida
nun cinto cor do sono
para te facer inmortal. 
Heiche levar rindo por un raio de luz
a deitarnos na ara da morte,
e deixar alí a nosa alma líquida
escorregando polo chumbo.
Imos espirnos na lagoa de lume,
que non nos pode consumir,
e marchar con faíscas nos ollos 
a durmir contando estrelas,
porque temos tempo de contalas todas
e acha-lo número da vida.

Cando espertemos, 

seremo-lo miragre da mañá
e o enigma da noite.


Tiempo de mercurio

Vuelves a mi como una vieja canción
de noches adolescentes. Capaz de traspasar la piedra.

Salvas a la furia con tu tierno oído. Tu caudal la pule,

perla perdonada.

Así todo se amansa en tu presencia. Mil granos, una esfera.

Ásperos fragmentos, roca fluida,
espejo vivo.

Tiempo de arena se vuelve

tiempo de azogue.
Tiempo como mercurio.

Que él te traiga a mí, niño en llamas,

hijo dichoso de la música escondida,
a ti a quien baño en un mar de miel y sangre,
menta y lágrimas,
cuando estoy sola.

Que este canto, desatado, atraviese el silencio,

y brotes de él tú, grito agónico de júbilo,
nudo latiente en el verde tronco del mundo. 


Emperatriz

Arrastra una inquieta rama
y la suciedad de la acera
la brisa gris que roza mi niñez,
y los columpios gritan como flautas distantes,
volviendo al alegre color carcomido de un cuento.

Enseñándome el atardecer, la mujer.

Crecer, romperse, desgarrarse, florecer.
Todo en un quinto piso donde aprendí
dónde hay otro corazón, dónde todo existe.
En esa frente que señalas, Emperatriz,
aún en mi recuerdo, en la cama,
sentada junto a mí. Tu camisón,
pliegues madreperla en la sábana que me envuelven.
Como las diosas que dibujé
abriendo sus brazos en la remota noche,
tú me diste el saber.


A ciencia de Ariadna

Un día poderemos descifrar as ás dunha bolboreta.
Esculpiremos narcisos no derradeiro alento do sol.
Sentarémonos a oír como ri a corrente
corricando con pés de lá cara min,
a deixarme a súa auga clara no colo.

Entón retomarei os pasos do dragón,

o evanxeo das silvas,
anunciado polo raposo,
o culto do lobo.

Co meu novo templo de sangue,

e a miña man na man brava do fauno,
o labirinto será unha ponte,
e a voz manará do cáliz.
Como a Ariadna, posuidora do fío,
verdadeira vencedora do caos,
Dionisos ha bañarme no seu viño.


Tania Vidal



Un adeus sen compromiso
afrontado co valor do derradeiro sorriso
que indica que algo acaba, empuxanos cara a cara,
reflectindo a incertidume
daquelas cousas que só son permanentes cando flúen...

Pois que pretencioso deter o movemento,

perder o tempo bailando no vento,
tratando de desfacerse do que morre nun momento.

O último bico é un cancro terminal:

que leva ao individuo orgánico e mortal
a concebir un principio sen final,
Mais a tebra berra alto, dende ese máis alá,
tan coñecido polo peito e tan lonxe da man,
que a tentas e sen éxito non o logra atrapar.

Mais ninguén se atreve a ollar

onde morren os soños, no limiar,
no abismo da almofada,
no comezo da alborada,
na dozura da treboada cuxa auga torrencial
se contrapón á auga salgada
dunha bágoa fuxitiva que, suicida,
afoga na pupila coa luz da madrugada:
e foi todo e máis ben non foi nada...

Nada máis ca un recordo

na memoria articulada,
mais alén diso.. ¿que somos?
sombras indeterminadas...

A sombra emerxe de noite,

cando a luz esconde os monstros,
cando a soidade nos acolle
e nos fai iguais a todos.

Faise patente o abismo

ao enfrontarse con un mesmo,
quedando auto-reducidos
a temer o propio medo.

O monstro fronte ao espello, o espello agresivo,

o que te soporta espido, mentres tapas o semblante,
con veos tupidos e estúpidos antifaces,
para sair ao mundo cal gaiola de estandartes,
no recuncho da posibilidade acadable,
do Cosmos só unha ínfima parte...
Se é que en verdade hai mundo

e se é certo // que hai verdade...




Jaime Sanz de Acedo



 En el jardín de las delicias,
allí donde habita lo prohibido,
un mar de arenas movedizas
oculta secretos sin nombre,
vientres sin ansias.
La desidia pasa factura,
dicta su ley,
y si dejas de soñar
date por muerto…




Quemaban libros

y, sin embargo, era todo
lo que ardía


Palabras vivas crepitaban 

con un crujir de horas muertas.
Vencidas.


Palabras contenidas

entre lomos de una piel 
ajena y rota.


Palabras, simples palabras…

No más, no menos. 
Justa medida, 
deseado equilibrio.


Palabras sordas, ciegas,

a veces mudas.


Palabras que se derraman,

desnudas.


Palabras vacías,

socavadas, 
tejidas con el mismo hilo
con que se forman 
las piedras.


Palabras fingidas,

que por manidas 
llagadas.


Palabras enjambradas

en el ser mismo de las cosas.


Se hizo el silencio. 

Tiempo de duelo.
       Hoy serán las palabras 
      quienes  lloren.
Quemaban libros 
y, sin embargo, 
era yo quien ardía…




Hay muchos cadáveres flotando y sólo un mar muerto.

Sembraré de migas los caminos,
por si me pierdo de vista.
Sembraré de huellas los tejados de lo prohibido
por si me escapo de tus sueños.
El corazón, ansioso de verdades,
latirá a lo lejos. Cerca de la luna,
esa que le roba la luz al sol mientras duerme.
Pídeme algo de mi tiempo,
pero no me pidas cazar juntos mariposas.
Odio las redes.
Necesito llorar solo, y entonar mis himnos
lejos de otros ruidos. 
Mi piel está demasiado fría,
pero me he vuelto alérgico a otras pieles.
La soledad es la mayor de mis adicciones…


Ardimos con la antigüedad misma del fuego,

con la presencia apagada de quien busca en luz ajena
algo de calma.


Rotundo el pronunciarse de los besos. 

No existe  palabra alguna
 capaz de  advertirnos del peligro. 


Batir de alas, 

desdoblarse de caminos, 
callar de lo inesperado.


Simplificar lo complejo, 

hacerlo nuevo.
Recrear lo vivido y lo añorado.
Latido a flor de piel que nos abruma…
Ser quienes somos
y en plural…
ver aún más lejos…


Hace frío ahí fuera

y no sé si es desamor
o el fin del mundo.


Los días grises, 

salpicados de lluvia e invierno
me traen recuerdos…


Fue entonces cuando soñé…

La vertiginosa sombra de otra sombra
corría tras de mí.
A ti te perseguía 
la colonia de amantes descastados 
que vaciaron en tu vientre sus miserias.


Llaman a la puerta de tu olvido

buscando porqués sin nombre.
Día tras día, hora tras hora.


Tú ya no me busques no.              

Aún no es siempre todavía. 


Descansa pues amor, 

en esa celda tuya llamada deseo.
Mientras tanto yo prefiero 
recordarte siempre deshabitada.


Sigue haciendo frío ahí fuera

y no sé si es desamor
o el fin del mundo…




El precario comienzo, 

sed de otra sed aún más urgente.


Precisar la palabra, 

acotar los espacios, 
abrir las puertas.


Quizás así pueda decir

lo que la realidad siempre calla
cuando sus metáforas de piedra esperan 
el prolongado abrazo del musgo.


Hoy muerde la niebla

y después 

desaparece…